martes, 6 de febrero de 2018

Aljibe. Javier Tafur González. Poemas. Editorial: La sílaba, Cali, Valle, septiembre de 2017.

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Aljibe
Poemas

Editorial La sílaba, Cali, Valle 
Junio de 2017
450 páginas - 21.8 x 29.0 x 2.8 cms.



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Solapas
Texto por Victoria Eugenia Gómez M.
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Ambas carátulas, lomo y solapas. Ilustración completa
Pintora: Elcy Herrera
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http://tafurgonzalezasociados.org/
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CONTENIDO
<< “Aljibe” es una suma de poemas breves, escritos en las cuatro últimas déca­das; 
el libro está agrupado en cuarenta y cinco poemarios, ...>>. 
El título de cada uno se muestra en el CONTENIDO

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Una página. La 15, de 450


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Presentación (Fragmento)

NOTARIO DE INMENSIDADES

Por Fernando López Rodríguez



Aljibe.
Autor: Javier Tafur González.
Editorial: La sílaba, Cali, V., junio de 2017.
Por Fernando López Rodríguez
 Albricias, reseñas publicadas en Cantarrana No. 26
Con la misma generosidad de siempre, Javier Tafur le entre­ga al Valle del Cauca su obra más reciente: “Aljibe”. Es una suma de poemas breves, escritos en las cuatro últimas déca­das; el libro está agrupado en cuarenta y cinco poemarios, algunos publicados por ediciones “La sílaba”, pero la inmen­sa mayoría, inéditos. Estamos ante una obra extraordinaria, va a dejar una huella importante en la literatura nacional, nos revela a Tafur González como uno de los maestros de la poesía breve en Colombia; para las nuevas generaciones de escritores será referente, escuela de poesía y lección profunda de humanismo.
Este libro es un cántico a la humildad. En el capítulo “Trayec­to de Arima” el poeta escribe: “Ruidos vecinos —soy notario de pequeñeces”. ¿Pequeñeces? No. Instantes, latidos, respira­ción, sentimientos, alborozo, añoranza, sonrisa, dolor, ironía, visiones, luz, resonancias, aconteceres, revelaciones, aromas, pausa, sentido de realidad, inmensidad… Además de la bre­vedad como forma, la constante del texto es la profundidad, una vastedad en su contenido, conducen hacia las aguas inte­riores de nuestro poeta y le confieren el título de ser un legíti­mo notario de inmensidades.

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Presentación (TEXTO COMPLETO)

NOTARIO DE INMENSIDADES

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Presentación *
Notario de inmensidades
Cartago, 25 de abril de 2017

"El reconocimiento intuitivo del
instante, de la realidad...
es el más alto acto de sabiduría"
Daisetsu Teitaro Suzuki.

Porque obligan a pensar, a detener los pasos, caben en cualquier rincón de la memoria, pueden ser grabados en piedra sin lastimar las manos o tatuados en el corazón sin desbordar la sangre; porque sobreviven al tiempo y condensan la esencia de lo humilde, porque no sacrifican papel y pueden ser cifrados a la orilla de cualquier camino; por todo esto amo los poemas breves. En la brevedad está condensada la vida y la poesía, el misticismo y la sabiduría. Porque breve es nuestra existencia, también breves deben ser nuestras palabras. En Colombia existen muy buenos libros de poesía repletos de literatura; predominan en ellos los juegos sintácticos, la ampulosidad del lenguaje, todas las figuras literarias y los trucos de la retórica; pero también hay en sus versos ausencia de emoción, de espontaneidad, de esa natural forma de luchar y expresar nuestras pasiones. ¡Cuánta falta hace leer y apreciar los poetas que en Colombia han asumido la brevedad como fundamento en la escritura! La lista no es muy extensa: José Manuel Arango (1937), trató de tocar el mundo sin herirlo; Javier Tafur González (1945), transmutó en versos la algarabía de los olleros; Horacio Benavides (1949), la ancestralidad y el silencio frente al verso preciso; Umberto Senegal (1951), profeta de caminos e instantes; Gustavo Adolfo Garcés (1957), cantor "de los breves días"; y Claudia Trujillo (1963), una mujer de "callada escritura"; han hecho unidad entre poesía y vida, escriben por una búsqueda espiritual y ofrendan versos que son bellos por obra y gracia de la sencillez.
Javier Tafur González es un humanista que ha multiplicado sus horas para poder atender los tribunales, la academia y la escritura. Sus textos están agrupados en una pródiga bibliografía donde predominan ensayos, monografías, reseñas, cuentos, teatro, novelas y poesía. Los círculos académicos e intelectuales, a la hora de presentarlo, no dudan en hablar del poeta Javier Tafur González, porque la poesía ha sido condición fundamental en su andadura; sin pudor declara públicamente su amor a la poesía: "converso contigo con frecuencia, poesía. Acudo a ti que eres mi novia y mi refugio". Tafur revela el secreto de su eterna juventud: "es sencillo... en la dieta vital incluyo el verso ". De lo anterior se puede inferir: poeta es quien tiene la certeza que la poesía es amor, refugio y alimento.
Con la misma generosidad de siempre, Javier Tafur le entrega al Valle del Cauca su obra más reciente: "Aljibe". Es una suma de poemas breves, escritos en las cuatro últimas décadas; el libro está agrupado en cuarenta y seis poemarios, algunos publicados por ediciones "La sílaba", pero la inmensa mayoría inéditos.
Estamos ante una obra extraordinaria, va a dejar una huella importante en la literatura nacional, nos revela a Tafur González como uno de los maestros de la poesía breve en Colombia; para las nuevas generaciones de escritores será referente, escuela de poesía y lección profunda de humanismo.
Los pueblos en la antigüedad y las comunidades campesinas han sido convocados por las campanas del templo y por las fuentes de agua. La palabra aljibe proviene del árabe "Algúbb", significa pozo. Un aljibe es mucho más que agua, su riqueza es el gran vacío multiplicado en silencio y misterio. Es símbolo de vida, purificación, salvación, abundancia, rectitud, sabiduría, porque desde el fondo del pozo aflora el agua y la verdad (Cirlot, 1992). Al redimir el agua de un pozo asistimos a un milagro que nunca deja de sorprender, el aguador español o el aguatero de América se vuelven personajes importantes para las comunidades, asumen actitudes místicas frente a la vida, son respetuosos con su entorno y toda su existencia se vuelve cuenco para ofrendar.
Encontramos en el texto poemas breves, aforismos, pensamientos poéticos (epigramas), coplas y haiku. Conoce el poeta los fundamentos filosóficos de la tradición oriental; en los poemas se siente la presencia del budismo zen: reconoce el autor que la naturaleza y los caminos son los auténticos maestros, no hace diferencia entre las plantas, los animales y los seres humanos, tiene plena conciencia de la fugacidad de la vida, vibra en tiempo presente (su realidad inmediata es la naturaleza vallecaucana), hay una renuncia permanente a todo lo que le rodea, manifiesta una nostalgia por la niñez y una aceptación dócil de la vejez, y lo más importante, Javier Tafur en este libro continúa reivindicando una poesía colmada de humildad y simplicidad.
El libro nos da la posibilidad de conocer la forma de vida del poeta, descubrimos un panteísta urbano, goza con cada instante de la existencia. Javier Tafur habita poéticamente su mundo: "recoge nidos y con ellos trata de fundar una aldea; cuando un ser querido dice adiós el poeta siembra un arrayán; recoge una mariposa muerta y la lleva a un prado de tréboles; al alba, desnudo, escribe versos en los muros; espera todo un día para escuchar al atardecer el canto del titiribí; pone en la ventana un puñado de arroz y un recipiente con agua; está atento a los diálogos callejeros, es un amanuense del instante; busca siempre un jardín en medio de la ciudad; le canta a la sencilla flor; ve en cada gorrión un hermano; vive el presente, no pregunta por el destino, simplemente se le entrega; aplaza y aplaza la redacción de los memoriales porque es retenido por los versos ". ¿En dónde se origina esta cultura de vida? ¿En las filosofías orientales? Sí. Pero lo esencial se ha forjado en su casa, a la orilla de los poemas de su padre, el doctor Leonardo Tafur Garcés, el poeta de las horas; al pie de los gestos poéticos de la señora María Cecilia González Mejía, madre del poeta, de quien aprendió que la mejor fruta es aquella picada por los pájaros. En esta actitud está definida toda una ética para la vida, toda una estética para habitar poéticamente sobre esta tierra, como diría el filósofo Martin Heidegger.
Mientras los actuales modelos sociales y culturales enseñan a interpretar el mundo, Javier Tafur solo siente: "al amanecer tengo corazón de pájaro". Su fina sensibilidad lo ha convertido en un místico sin iglesia, sin doctrina, sin compromiso; no compite con nadie, su única ambición es "rozar la fruta antes de comerla". Su escritura parte de una curiosidad natural heredada de sus mayores. Examina con detenimiento todas las criaturas de su entorno, transforma esa admiración pertinaz en meditación. Pero la meditación de Tafur es particular, en ningún momento se aisla, no pone su mente en blanco, ni se adhiere a un silencio sagrado, no. Su meditación es una pausa poética de regocijo: ver, contemplar, vigilar, estar atento, él sabe que allí está la savia para su poesía. Luego el asombro se transforma en exclamación, pregunta, contraste, onomatopeya, monólogo, paradoja, ironía, añoranza... Este hombre no cesa, se conduele con las tragedias cotidianas, celebra pequeños aconteceres; en definitiva, no se ha perdido la vida. Escribe con todos los sentidos, la sencillez va mostrando el camino, sus versos no tienen impostura, se le dan de una forma natural... como quien comenta sucesos del ámbito familiar.
La poesía de Tafur González ha convertido el territorio en palabra. Es grato pronunciar los vocablos del padre, de la madre, de la tierra: mandul, achiote, gualanday, caléndula, yerbabuena, titiribí, níspero, chagualo, agapanto, guatín, chambimbe... Aquí en lugar de cerezos hay guayacanes, en lugar de crisantemos hay geranios, en lugar de biombos hay guaduales, en lugar de ontologías lejanas hay diálogos con los campesinos, en lugar de inviernos está el fluir de los ríos que nos vieron envejecer, en lugar de sentencias y rituales hay canto de olleros y su frenesí junto a las charcas. Uno puede pensar que Javier Tafur es el poeta de los olleros (Turdus Ignobilis, una mirla sin fama, como diría el latín) pero en realidad Javier es quien aprende, sabe que: "el ollero hace su nido cantando; al atardecer el ollero canta en la rama Junto al nido; el ollero, que canta en enero, está perdido".
Este libro es un cántico a la humildad. En el capítulo "Trayecto de Arima" el poeta escribe: "Ruidos vecinos —soy notario de pequeneces". ¿Pequeñeces? No. Instantes, latidos, respiración, sentimientos, alborozo, añoranza, sonrisa, dolor, ironía, visiones, luz, resonancias, aconteceres, revelaciones, aromas, pausa, sentido de realidad, inmensidad... Además de la brevedad como forma, la constante del texto es la profundidad, una vastedad en su contenido, conducen hacia las aguas interiores de nuestro poeta y le confieren el título de ser un legítimo NOTARIO de INMENSIDADES.
 Cartago, 25 de abril de 2017
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 * Tomado del libro
--- Aljibe.   Javier Tafur González, Poemas.
Editorial La sílaba, Cali, Valle. Páginas 5 a 7
 450 páginas - 21.8 x 29.0 x 2.8 cms.
Detalles, sobre el libro y el autor:
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Versos dejados 
a la orilla, mientras
el río sigue cantando
...
Gratitud perenne. 
Nuestra admiración y reconocimientos.
Gracias por tu amistad, apreciado Poeta.

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19 años
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** 15 de febrero, 6:00 PM, Cali, Centro Cultural Comfandi (Centro)
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--- Aljibe.   Javier Tafur GonzálezPoemas. Editorial La sílaba, Cali, Valle, Septiembre de 2017. Presentación del libro y lectura. Organizan e invitan la Fundación de Poetas Vallecaucanos, la Academia de Historia del Valle del Cauca yCantarrana, Revista de Poesía, con el apoyo del Centro Cultural ComfandiDetalles sobre el libro y el autor: http://ntc-libros-de-poesia.blogspot.com.co/2018/02/aljibe-javier-tafur-gonzalez-poemas.html . Lugar:  Centro Cultural Comfandi, calle 8 No. 6-23 piso 3 (parqueadero, en sótanos). Copa de vino.

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