jueves, 30 de marzo de 2017

"Merodeos en la casa del señor Rimbaud". Juan Manuel Roca.

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"Merodeos en la casa del señor Rimbaud"


14.0 x 21.5 x 0.6 cms.  Páginas: 46. Octubre 2016
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El poeta camina entre los árboles
A manera de prólogo
Por Albeiro Montoya Guiral

La ciudad amanece más fría que nunca, la cruzo en todo su esplendor y duelen las imágenes que pasan porque son un contraste entre la infancia y la desolación. Los pasajeros de la vida están enfermos de mal humor, los corroe, los descarna como si fueran tristes y malolientes animales que fueran arrancados del sueño y puestos de súbito en la mesa de este día para ser engullidos por el tiempo. A traspiés entre una estrella sola, entre la orfandad y la premura, van pasando y en medio, aferrado al recuerdo, campesino cuya vida está ambientada por Joy Division y no por la guabina, logro sobrevivir.
Desciendo frente a la Universidad Nacional, profano su espacio de luz con mis pasos cansados, voy despacio, cadillos pegados a la memoria, un cigarrillo consumiéndose en los labios, los árboles pasan, se yerguen los edificios centenarios, titilan los grafitis, todo un país digno representado en los estudiantes, en las muchachas cuyas blusas tienen todas las flores colombianas, se acelera para entrar en la historia. Una mujer delgada con un niño de la mano me sigue recordando a mi madre, imagen de la derrota que a tantos kilómetros del ayer sigue apareciendo. La infancia se pierde cada día. Le fastidia mi triste figura, le doy paso al olvido.
Surge un césped acariciado por el tibio sol de la mañana, dos árboles se miran frente a frente; hay una banca de parque traspuesta y raída, y otra, entera, y sentado en ella, como si fuera el punto de encuentro de un paraguas y una máquina de escribir en la mesa de disección de la mañana,  dormido, se encuentra el poeta. Duermen en su memoria los pájaros, sé de usted porque hasta mi rancho de bahareque llegaban sus versos de País secreto, porque mi abuelo iba a buscar el antídoto contra el desamparo y la muerte en su Farmacia del ángel. Juan Manuel Roca sentado en la banca como si fuera sacado de una pintura de Magritte. Hombre con sombrero, maletín y pájaros; hombre sin jaula en el pecho. Señor de la anarquía vital cuya palabra no conoce el óxido, me place saludarlo. Vine desde la montaña a escucharlo, no sé nada de la poesía y usted, que la ha vivido, podría describirme el interior de la casa de Rimbaud.
El poeta despierta y me mira. Su respuesta es la amabilidad; amistad es el nombre que trazan sus manos en el aire. Desde conocerlo uno ya no saldrá de su palabra, va a vivir en sus versos, en su obstinación en la belleza. Cuenta que ha olvidado cuántos árboles ha sembrado por el camino para llegar a su casa, y que cuando lo hacía imaginaba los pájaros que vendrían desde el sueño a habitar sus ramas. Cuenta que hizo sonar timbres en la infancia, y que trabajó en un lugar donde, años después, se escuchaba el eco de la risa de Tejada.
Una vez durmió por años mientras en una novela llovía de un modo interminable. En el sueño Oscar Milosz se preparaba un té negro y al sorberlo se escuchaba un rumor de antiguas alas. «Todos somos extranjeros en el sueño», le dijo. Se oía jugar a un grupo de niños ciegos. Nunca se termina de despertar, como nunca se va a franquear la lealtad, la única premisa de su vida; como nunca va a entrar un perro en uno de sus poemas.
El poeta sabe que Silva y Trakl se encontraron en la poesía para conversar de sus hermanas. Sabe que Gonzalo Rojas nunca ha muerto, que Jorge Boccanera tiene las palabras siempre perfectas, que Rodríguez Tosca fue más colombiano que todos los colombianos juntos. Sabe el poeta del clamor de Medellín, pero prefiere la amargura de Bogotá porque sabe florecer.
Y así el día se agota y vuelve a nacer, el día es la vida en que un muchacho venido del Eje Cafetero se sienta en el césped a escuchar a su maestro. Juan Manuel Roca lleva toda su vida merodeando en la casa del señor Rimbaud, y ha encontrado las claves allí para construir la suya: la palabra. Infinita es su casa, y está puesta la mesa para todos. Asómense a la ventana, toda la poesía colombiana reside allí. Toquen a su puerta; los atenderá un hombre que es la poesía, un iluminado, un verdadero anarquista, un niño que no envejece. El Poeta.

Albeiro Montoya Guiral
Bogotá, 21 de septiembre de 2016
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Por el momento tiene los títulos de poemas:
-Una vida en una noche. Edición colombiana,  Albeiro Montoya Guiral
-Merodeos en la casa del señor Rimbaud, Juan Manuel Roca
-Poeta en Nueva York, Federico García Lorca

-Revista Literariedad, primera edición impresa

Próximamente:
Alberto Caeiro, Poesía Completa (Traducción de Ataraxia)

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