jueves, 21 de octubre de 2010

"El lugar de la espera". Gerardo Rivera. Poesía. Antología.

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"El lugar de la espera"
Gerardo Rivera.
Poesía. Antología.
Facultad de Humanidades, Universidad del Valle
Unidad de artes gráficas. Octubre 2010. 286 páginas.

El libro se lanzó y presentó el 20 de Octubre de 2010 en el marco de la FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO PACÍFICO. V-16 , http://ferialibropacifico.univalle.edu.co/ , de Cali
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14.0 x 21.0 x 1.6 cms

EL POETA
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Fotografías: María Isabel Casas R. de NTC ...
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TEXTO EN LA SOLAPA DEL LIBRO. Imagen más adelante.
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Vivo en una pequeña casa de guadua y madera, cerca a Cali, después del caserío de Dapa que mira al valle y de los sembrados de te, en la reserva natural de Chicoral.

Escribo siempre de noche para que la poesía no se dis­traiga y llegue feliz a la pági­na en blanco.

A esta hora de estrellas, ¿dónde estarán mis gatos? Mis dos perros duermen y respiran tranquilos al píe de la cama.
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CONTRACARÁTULA.
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El mundo en sus palabras es milagroso, pero lo es de una manera reposada, como saben serIo el agua, las perdices, las hojas.
William Ospina.
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El poeta Gerardo Rivera, con la sabiduría de muchos años bien vividos, ha decantado cinco libros de poemas: A lo largo de las estatuas de octubre, El viajero de los pies de oro, Una nada cubierta de hojas, Anterior a la penumbra y El lugar de la espera. Sus versos nos adentran en el universo imaginario que los inspira. Cada poema suyo, dice William Ospina, es una suerte de experiencia mística poetizada. Una poesía donde se deslizan, con gran delicadeza, verdades metafísicas.
Darío Henao Restrepo.
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"He aquí, por fin, un poeta que se atreve a ser anticuado, distinto a todos"
Edgar Collazos.
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PRÓLOGO
Por William Ospina
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La poesía, más que una manera de escribir, es una manera de sentir. Por eso, mucho antes de que Gerardo Rivera comenzara a escribir estos poemas ya sabíamos que era un poeta, y podíamos vivir la plenitud de su poesía, la riqueza y la gracia desconcertante de sus inventos verbales, esa curiosa manera de reinar por el lenguaje sobre los azares de la realidad. Ese secreto del poeta, como en las cortes antiguas, lo saben su rey y su ayuda de cámara, su príncipe y su maestro de capilla, su princesa y ese eterno aspirante a una dignidad que no sabría honrar. Recuerdo unas tardes verdes de hace veintitrés años, cuando Gerardo nos mostraba los poemas de Hans Hans, un poeta inexistente y fecundo que estaba agonizando en Belgrado. Había dejado una obra intensa y breve de la que yo escribí un prólogo deleznable hoy afortunadamente perdido. Recuerdo a Gerardo cuando regresó de su viaje a Hungría y nos llenó las veladas de bosques con faisanes y restaurantes decrépitos apenas sostenidos por el trémolo de los violines. Lo recuerdo con su curvo bastón de caña, comprado en los mercados de Budapest, caminando por la avenida sexta bajo la lluvia de los guayacanes amarillos de otra década. Y también recuerdo las intensas veladas que vivimos cuando volvió de Grecia, y nos hablaba de los cuarticos blancos de Praga y de los muelles de Igumenitza, de playas donde había un muchacho griego con un pulpo adherido a su cuerpo entre las aguas de un azul de tinta.
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Gerardo se negó por años a escribir algo más que cierta balada a la que llamó La vaca aritmética, las ondulaciones en casi haikú de la luna en el agua de la luna del agua, y un populoso monólogo de Lady Macbeth preparando la recepción para Duncan en un castillo atareado de criados y de cuervos, de niños que se hurgaban las narices y de calderos exigiendo abrasivos. En vano le pedíamos otros poemas. Como Adolfo Montaña, como José María Barrero, obturaba sus oídos con cera de abejas para no oír la voz de las sirenas fatales que invitan al naufragio mortal de tejer versos. Pero un día en Chicoral salió a caminar por las montañas brumosas y al parecer el sol salió y derritió el sello de Ulises y la sirena cantó. Desde entonces la poesía de Gerardo también se convirtió en poemas, y yo quiero afirmar aquí que cada poema suyo es una suerte de experiencia mística.
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Pero ¿de dónde procede el poder de estos poemas, su intensidad, la verdad que nos entrega incluso en sus juegos más atrevidos? Tal vez es cierto que la verdad está en el tono, en la reposada intensidad, en la íntima convicción de quien habla. Si ello es así, entonces a lo largo de los años Gerardo no desarrollaba sus destrezas literarias escribiendo versos sin fin, como tantos poetas, sino formando una experiencia del mundo, una actitud como de monje oriental, la capacidad de detener la mirada en cada cosa, y de encontrar en cada cosa todas las cosas. ¿Qué puede ser el universo sino "Ese río de tórtolas y semillas" de que nos habla en un poema, esas voces que / Algunas veces son pájaros / Algunas veces son estrellas / Y la eternidad / Con su abrigo de luz / que va dando sus brincos / De gato / Sus bostezos de conejo? El mundo en sus palabras es milagroso, pero lo es de una manera reposada, como saben ser lo el agua, las perdices, las hojas. Está lleno de cosas comunes arrebatadas a la cotidianidad y sorprendidas en flagrancia. En ese mundo suyo por el hueco / de la luna / saltan hacia el cielo / los gatos. A Gerardo, para decirmos la melancolía de todo lo que fue, le basta este giro: Detrás de las escaleras / está ahora el bosque amarillo. Para nombrar la muerte le basta decir: Hay gentes / sentadas en sillas vacías / en los muebles de la lluvia / te miran y no hablan. Para hacernos creer en una tierna circunstancia perdida en la historia, en un momento de la vida de una mujer del medioevo, construye estas precisiones conmovedoras: Gúdula de Utrech / de los tejados de Lieja /No te levantes todavía / Todavía hay mucha neblina / En la huerta y sobre los prados / Hoy es 15 de marzo / de 1273/ Acuérdate / Tienes que ir al mercado.
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Sólo hay una cosa que Gerardo no mira y son los espejos. Tal vez eso nos dé la clave del tono de su poesía y de la intensidad que tienen en ella las cosas, las formas del mundo, los milagros de la realidad. En esta poesía lo humano es sólo una parte humilde de lo que existe. Lo humano está sobre todo en la mirada, en la simpatía con las pisadas del gato que van dejando un rastro de belleza sobre la tierra, en las tenues reconvenciones que una voz casi sin cuerpo les hace a las estrellas y a Dios y a las sillas que nunca se cansan de esperar a alguien que les dé su sentido. Yo diría que sólo quien se mira tan poco a sí mismo puede ver con tanta intensidad el mundo. Pero no soy yo quien vino a decir sus poemas. Sé que me está vedado añadir más palabras a la magia poderosa y a las geometrías secretas que hay en ellos. Impúdica, públicamente quiero agradecer la poesía que Gerardo ha traído a nuestras vidas, las muchas horas en que el lenguaje se ha exaltado en fiesta y pasión, en compañía y milagro. Y quiero pedir la ayuda de Apollinaire para celebrar las muchas veces en que nuestro vaso ha estado lleno de un vino que tiembla como una llama; las muchas veces en que el vaso se ha roto como una carcajada.
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EL LANZAMIENTO.
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La mesa
William Ospina, presentador, Gerardo Rivera, el poeta, y Edgard Collazos, moderador
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Un libro necesario como el agua: ‘El lugar de la espera’, de Gerardo Rivera *
Por: William Ospina

El Espectador . com Opinión 23 Oct 2010 - 8:00 pm

A LO LARGO DE UNA TIBIA NOCHE DE verano John Keats oyó en el canto del ruiseñor el secreto de la naturaleza, el contraste entre la fugacidad de los individuos y la eternidad de las especies. William Blake aconsejaba ver la labor de los siglos en un grano de arena y el infinito en una flor silvestre. Emily Dickinson no tuvo que salir de su jardín para conocer la eternidad, los palacios del goce y el fulgor del infierno. Walt Whitman dijo que la vaca que pace con la espalda inclinada supera a todas las estatuas, que la madreselva podría adornar los salones del cielo y que un ratón es un milagro suficiente para confundir a millones de incrédulos.

Por todo eso Robert Graves afirmó que la más antigua diosa, cuyo espejo es la Luna, confió a los poetas las verdades profundas del mundo, y dejó lo menos importante en manos de los necios y de los frívolos, que saquean y depredan, que acumulan y clasifican, que arrebatan y aniquilan. Mientras haya alguien percibiendo el misterio de las cosas, los secretos del agua, de los bosques, de la oscuridad y de la memoria, el mundo estará a salvo, aunque los demonios se afanen en traficar con sus armas y sus venenos.

Y en un poema nunca olvidado de John Milton, que medita por qué le fue dada la ceguera, y que empieza diciendo “Cuando yo considero cómo mi luz se ha apagado/ antes de la mitad de mis días en este oscuro, inmenso mundo”, aparece al final esta aproximación al destino del poeta: “Miles de mensajeros se afanan por la tierra y el cielo cumpliendo el gran designio, pero también lo sirve quien sólo está y espera”. Ese podría ser el sentido del nombre de este libro que recoge toda la poesía publicada hasta hoy por Gerardo Rivera: El lugar de la espera. Este libro es la revelación profunda de un gran poeta y de una poderosa poesía.

Algo significa el musgo que cubre las piedras, la violenta luz que gasta las cosas, lo que trazan las alas en el viento sobre los estanques. La eternidad, que es otro de los nombres de Dios, no sólo produce sin cesar enigmas y estrellas: a veces produce una mano que aparta el velo, una voz que descifra el silencio, una mirada que entiende la sombra. El poeta nos da de pronto nombres nuevos y más cercanos para todas las cosas, nos revela el dolor que hay en los objetos, el consuelo que hay en la música, las estrellas que hay en la muerte. Y un mundo donde todo era agobiante y misterioso se va volviendo asombroso y dulce y lleno de significación.

Leyendo estos poemas de Gerardo Rivera sentimos que una nueva lógica está entrando en el lenguaje, que una mirada más sutil se abre en nosotros; al mundo lo aprueba de pronto una sonrisa más lúcida, el bien se torna más escéptico y el mal más refinado. No es una poesía convencional e ingenua que al pan lo llama pan y al vino vino. Aquí nada es del todo lo que parece: toda luna tiene un envés de sangre o de hierba, todo gato se desliza en humo y acechanza, todo libro es un laboratorio de operaciones mágicas. El amor cubre de nombres falsos las cosas, las piedras quieren besar labios de oro, una ansiedad de amor recorre los metales y las montañas, los delirios y los mecanismos; y todo origen se curva en ayeres, y toda habitación se desfonda en selvas y recuerdos.

Un libro que acaba de aparecer puede ser sin embargo viejo como las estrellas y hondo como la memoria. Todo en este libro de Gerardo Rivera nace de un recuerdo preciso pero se dilata en relatos impersonales como los que cuenta la lluvia en los tejados. Nos recuerda que el mundo está lleno de murallas de sangre y de bodegas de hambre, y de reyes y potestades que se alzan de hombros ante tanto desamparo y tanto dolor. El poema nos muestra cosas que no puede explicar nuestra filosofía: “Los negros charcos/ donde las flores del tigre caen y crecen”. Hay en estos versos una negra fecundidad produciendo prodigios serenos, joyas de sombra.

Con libros como éste podrían cantar y rezar siglos de seres humanos. Recordar lo que había cuando aún quedaban en el mundo esos grandes tesoros de los que ahora huye y a los que combate desesperada la civilización: el silencio, la noche y la ausencia. Porque esos son los reinos que debe custodiar el poeta, esas cosas aparentemente improductivas que son las que produjeron todo, esas cosas aparentemente imprácticas sobre las que reposa toda la eficiencia del mundo. El poeta va en sentido contrario, es el gran radical, y mientras todos suben hacia el fruto él desciende hacia las raíces, y oye las bocas de los manantiales, y siente lo que germina en el corazón de las piedras.

El lugar de la espera, que acaba de publicar la Universidad del Valle en sus 65 años, es uno de esos libros que no están escritos para todos sino para cada uno; nadie verá en sus poemas lo mismo que ve otro. Es el milagro pleno de una escritura tan antigua como Homero y sin embargo tan atrevida en formas y libertades como las nubes del último atardecer. Cada quien necesita de esta poesía para dialogar consigo mismo y con el mundo, para volver a agradecer, desde el horizonte de esta edad que ya nada agradece.
* Nota de NTC … : texto leído en el evento de lanzamiento del libro, que aquí se presenta.
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INTERVENCIONES
VIDEOS: Próximamente.
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AUDIOS
*** Presentación de William Ospina (8:23 min):
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*** Intervención de Gerardo Rivera y lectura de poemas (24:06 min):
http://www.goear.com/listen/7e777fe/poemas-gerardo-rivera
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FOTOGRAFÍAS:
Album:
http://picasaweb.google.com/ntcgra/GerardoRiveraElLugarDeLaEspera#
Album en diapositivas:
http://picasaweb.google.com/ntcgra/GerardoRiveraElLugarDeLaEspera#slideshow/
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Algunas fotografías.
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El poeta de cuerpo y corbata enteros.
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Firma de dedicatorias en los libros.
. Firma de dedicatorias en los libros.
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José Zuleta, Gerardo Rivera, Alberto Guzmán Naranjo (compositor y director asociado de la Filarmónica de Cali) y William Ospina
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Juan Gustavo Cobo Borda y Gerardo Rivera
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Gerardo Rivera (der.) y Gabriel Ruiz (de NTC ...)
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Imagen utilizada por NTC ... en las invitaciones al evento.
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La foto del poeta es de Febrero de 2007: http://ntcblog.blogspot.com/2007_02_25_archive.html . Cámara: María Isabel Casas R. de NTC ....
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Actualizó: NTC … / gra . Octubre 21, 2010, 11:33 AM
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